Valiente cobarde


Se siente traicionado en la madriguera
El conejo que con su querida descansa.
Oye los llantos de su corazón
Y el rugir de su cabeza.

Crecen briznas de hierba podrida
En la entrada del hogar;
Entre caminos sedosos descansan
Arañas grandes como puñales.

Llora y sigue llorando
Por no encontrar compañera en el mar;
Picado por el viento,
Aturdido para entrar
A nadar en busca eterna
De su amada ahogada en la profundidad.

Y el conejo llora de frustración
En la playa, frente al mar,
Que aterrado suspira
Al no poder empezar
La búsqueda solitaria
En tan inmenso telar.


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